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Ayer vi una película que se llama El hombre fiel. Es la segunda película de Louis Garrel un director francés que al parecer es muy conocido y bastante prestigioso (sinceramente no sabía de su existencia hasta ahora). La película es muy graciosa, pero lo mejor de todo es que mientras la veía me daban ganas de enamorarme.

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El chico que bailaba en la película que vi el lunes me invitó a tomar un café ayer. Pero como hacía calor tomamos cerveza. Non sentamos en una plaza y el piso estaba humedo: nuestros jeans se mojaron y se llenaron de barro. Nos despedimos con unos besos.
A la noche nos vimos otra vez.

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Ayer vi otra película. Se llama Los tiburones, es de Lucía Garibaldi, una directora uruguaya. Hasta ahora es la mejor que vi. La música era hermosa. Cuando salí de la sala discutíamos eso con una amiga: ella decía que no le gustaba mucho la música en las películas y yo le decía que la música era todo. Traté de explicarle que para mi la música es la sucesión de sonidos, que cualquier cosa puede ser musical, que no solo las canciones son música. La manera de hablar de los personajes puede ser una música. Por ejemplo: las películas de Rejtman tienen esa musicalidad, la de las palabras.

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Anoche vi Shakti, el último corto de Martín Rejtman. Él es mi director favorito. Creo que también es mi escritor favorito. Sus películas y sus libro son sólo acción, no hay adjetivos. Una cosa lleva a la otra y nada se piensa demasiado. ¿Qué pasaría si sólo hiciéramos cosas por hacer sin pensar nada?

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Vi una película hermosa. Se llama Breve historia en el planeta verde. Los diálogos eran geniales, podrían leerse solos y ser como un poema larguísimo. El actor era muy lindo. Hay una escena en la que está bailando en un bar cutre de la Patagonia, de esos que hay al lado de la ruta, y un tipo "rudo" lo empuja y lo tira al piso. No sé por qué, pero esa imagen me pareció hermosa. No el acto homofobico, sino el chico que bailaba.
Lo voy a invitar salir.

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Anoche vi Noemí Gold, una película en la que actúa una gran amiga que antes vivía en mi casa, pero que se fue a vivir a México. Por suerte ahora está de visita en Buenos Aires así que nos vamos a poder poner al día. La proyección fue hermosa. Me divertí mucho y lloré con el final. Últimamente lloro fácil y mucho. A veces me gusta, a veces no. No lo puedo controlar.

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Hay dos cosas que me gustan mucho del trabajo en el Festival: la primera es que pierdo la noción de los días y nunca sé si es jueves, domingo o martes; la segunda es que todas las noches hay cócteles y emborracharse con amigxs y desconocidos es hermoso.

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Empiezo a marcar en la grilla de programación qué películas quiero ver y cuáles no. Le pregunto a mis compañeros de equipo -que son especialistas en cine- qué me recomiendan. No sigo las recomendaciones de los diarios porque los críticos de cine me parecen bastante pedorros. La crítica de cine y la de música están muy esteriotipadas y, al parecer, no hay ninguna publicación grande que permita jugar un poco. La única crítica que zafa es la de artes visuales. Y a veces la literaria.

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Aunque me cuesta trato de ver películas. ¿Qué se puede hacer salvo ver películas?

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Hoy empezó el festival de cine. Me cuesta ir al cine: no tengo paciencia para estar encerrado tanto tiempo mirando una misma cosa. La literatura es más generosa: si no la queres mirar, se queda ahí, quieta, no avanza.

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Hoy vi en Facebook muchas publicaciones sobre Malvinas. A diferencia del 24 marzo, con esta fecha no tengo ningún tipo de relación personal. En lo único que pienso es en esa canción que dice "no bombardeen Buenos Aires, no nos sabemos defender".
La música es más divertida que ir a la guerra.

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Una vez un amigo me dijo que estaba bien comprar muchos libros y no leerlos. Otra vez ese amigo me dijo que los libros son para acumularese, para tenerlos hoy y leerlos mañana.

Es un buen consuelo para mi deficit de atención