miércoles, 2 de octubre de 2019

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Anoche le contaba a alguien que cuando vivía en Trelew escribía un montón de cuentos. Cuando me mudé a Buenos Aires dejé de escribir cuentos, entré en un flash ridículo con el periodismo y sólo escribía notas, sobre todo reseñas de discos y algunas crónicas. Apenas llegué tenía la idea de ser cítico de rock, pero del rock me aburrí.  Después quise ser crítico de arte, pero del arte también me aburri. Ahora no sé qué quiero ser, pero estoy seguro que eso no quiero ser.
Durante los primeros tres años que estuve acá tampoco leí mucha ficción, sólo leía no ficción: Josefina Licitra, Leila Guerriero, Cristian Alarcón y toda esa camada de cronistas latinoamericanos. Cuando terminé el terciario en periodismo me volví a enganchar con la ficción. Ahora, que terminé mi licenciatura, me enganché con la ficción otra vez. A veces camino por la calle, o estoy en algún lado y veo o escucho a alguien y empiezo a inventarme una historia en mi cabeza. No lo puedo evitar.

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