martes, 5 de noviembre de 2019

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Conocí a Bárbara el verano pasado, cuando trataba de cruzar Brasil por Pedro Juan Caballezo, una localidad paraguaya que limita con el sur brasileño. Mi coupe fuego se rompió y tuve que pasar unos días ahí, hasta que el repuesto llegó desde Asunción. Como no tenía mucha plata alquilé un cuartito en la casa de Bárbara. Ella vivía ahí con Ramón, su marido carpintero, y con Ricardo, su hijo, un niño de cuatro años que podía hablar con los muertos. Bárbara lo tuvo a los 19 años y me contó qu eel parto fue complicado, que casi se mueren los dos y que Ricardo, tuvo visiones fantaasmas en el momento de la muerte. Fue ahí cuando desarrolló su habilidad.
Para los habitantes de Pedro Juan Caballero, Ricardo tenía un don. Muchos vecinos y vecinas pagaban para que el niño se contacte con algún familiar muerto.
El segundo día que estuve allá apareció un vecino con una bolsa de consorcio llena de guita. El tipo le dijo que le daba toda esa guita si lograba que su hijo contacte a su mejor amigo. El vecino le voló la cabeza a su socio de farra de un escopetazo, después de que una prostituta brasileña elija a su amigo (y no a él) para bailar durante un show erótico. La prensa especializada del lugar (si es que existe) lo calificó como "el crimen del amigo caliente". Para mi fue el crimen del amigo loco de mierda.
Bárbara aceptó, a pesa de que Ricardo le dijo que no iba a poder. La familia necesitaba la palta, con el alquiler de la piecita no era suficiente. Tampoco con el trabajo de carpintero del marido de Bárbara. Ricardo le preguntó al tipo por qué quería hablar con su amigo, si lo había matado. "Quiero disculparme, creo que me excedí un poco", respondió. El niño, Bárbara y yo fuimos al cabaret donde había sucedido todo. Eran las dos de la tarde y la temperatura en Pedro Juan Caballero era de casi 40 grados. A un costado del escenario había un cuerpo tirado, con un escopetazo en la cabeza y un charco de sangre alrededor. Ricardo se sentó sobre el charco de sangre y puso sus dos manos en la cabeza del muerto. Cerró los ojos.
Los minutos pasaban, pero el nene no decía nada. El vecino que mató a su amigo se empezó a poner nervioso. Yo miraba todo desde lejos, estaba un poco asustada, pero a la vez disfrutaba la sesión de espiritista. De repente a Ricardo le empezó a salir sangre por la nariz y por la boca. Desesperada su joven madre salió al aucilio. Apenas tocó a su hijo el chico se desplomó sobre sus brazos. Abrió los ojos, me miró y me dijo: "tu piedra destino es el Agata y cuando cruces Brasil jugá a la loteria, tu número favorable va a ser el 21.904". Terminó de hablar y se murió.

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