martes, 26 de noviembre de 2019

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Samuel odió el traje que su madre le regaló para su bar mitzvah. Le hubiese gustado comprarlo él, por elegirlo. También le hubiese gustado organizar el evento pra no invitar a casi nadie y para suspenderlo sobre la hora. Él es así, molesto, soberbio, irreverente y a la vez dulce y miedoso. Esa dicotomía produce que lo conmueva una fiesta sado, un gatito, bailar música electrónica, caminar por una plaza con su amiga Ingrid o robar de un templo algún objeto religioso. Samuel odia los abusos de poder, las obligaciones familiares, ver llorara a sus amigos y amigos y, sobre todo, odia que su madre le compre trajes.
Él no sabe por qué es así. En una oportunidad tuvo una entrevista con el psicólogo de la escuela, que además era rabino, y le dijo que él era así por la forma en la que su madre lo crió. Según Samuel ella trataba de ser afectuosa, pero cuando él se acercaba ella lo rechazaba. El rabino terapeuta le dijo que ese doble vínculo provocó que Samuel no pueda distinguir de forma tajante y clara entre lo que está bien y lo que está mal. Después de escuchar eso, Samuel miró al rabino psicólogo a los ojos y dijo: "¿Y quién dice qué está bien y qué está mal? ¿Dios? Dios no existe y usted es un pelotudo".

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