martes, 10 de septiembre de 2019

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"Soy de nadie, soy mía", le dijo Bianca al último cliente que atendió  en el telo de Godoy Cruz. Un casado de 42 años y 3 hijas que todos los jueves tomaba merca para no sentir y cuando igual seguía sintiendo la buscaba a Bianca.
Bianca espera que para agosto del año próximo le salga una beca para ir a estudiar a España un doctorado en filosofía. Mientras tanto trabaja en la calle. Prefiere eso a la gerencia familiar o a un trabajo de oficina. Sólo puede sentarse cuando estudia o cuando se pone a escribir. Hoy se levantó pensando en que no había estado sentada lo suficiente y que antes de irse a la zona iba a tener que hacer sí o sí el examen online del curso que estaba tomando: "La crisis contemporánea del marxismo post-estructuralista".  Siempre que lee a Marx se imagina siendo su amante. Fantasea con lamerlo desde la boca hasta el pubis. Pero Marx murió y Bianca está viva.
Antes de irse para el rosedal pasa a ver su amiga Virginia. Antes, compartían la misma esquina, pero ahora ella se puso un kiosco 24 horas. Cuando Bianca llega saluda a Virginia con un beso en cada mejilla y le pide lo de siempre: un paquete de Marlboro Box y un pebete de jamón y queso. Bianca decide no trabajar. Se queda  en el kiosco con Virginia. Al parecer le va a salir la jubilación gracias a una moratoria de ANSES pensada para quienes trabajaron siempre en negro, como ella y como Bianca. Las dos siempre fueron putas y el placer siempre se paga en negro.
"Cuando me jubile me voy a dejar las canas porque me dijeron que esta tintura da cáncer", dice Virginia mientras calienta el pebete en el hornito eléctrico que tiene en el fondo del kiosco, donde vive. Un cuartito con una cama, un escritorio, un placard de melamina y el hornito.
Bianca se prende un cigarrillo y mira el ventilador de techo. Le dice a su amiga que no quiere salir más a la calle, que está cansada de trolear. Bianca sólo quiere pensar, pero pensar en la calle y de noche porque no le gusta estar encerrada: siente que deja de ser de nadie, que deja de ser de ella y pasa a ser de las paredes y eso la pone nerviosa y en crisis, como al marxismo post-estructuralista que se encerró tanto que ya no puede hacer la revolución.
Carola, la madre de Bianca, siempre la tenía encerrada en el cuarto de servicio donde dormían las dos. Carola llegó de Paraguay para trabajar como mucama en la quinta de Olivos. Al poco tiempo se embarazó del Presidente y nació Bianca. Para evitar el escándalo político, la mantenía escondida. Cuando el Presidente terminó su mandato reconoció a su hija, pero a los meses la olvidó culpa del alzheimer que lo mató. Bianca cobró una parte importante de la herencia, no así su madre, que terminó cobrando la mínima gracias a una moratoria de ANSES, similar a la que va a cobrar Virginia dentro de poco tiempo. Pero, Bianca tardó en hacerse de su herencia porque en el momento que se murió su padre, que fue presidente, se esguinzó la muñeca y no podía firmar los papeles del banco para cobrar su parte.
"Me gustaría que haga un poquito más de calor", le dijo Bianca a su amiga mientras se preparaba para salir a la calle: finalmente decidió ir a trabajar. Antes de pisar la vereda se acordó que se había quedado sin café para el desayuno del día siguiente. Le sacó unos saquitos a su amiga kiosquera y se los guardó en el escote, entre las tetas.
Después de atender al segundo cliente (Omar, cincuenta y siete años, viudo) pidió una taza de agua caliente a la recepción del telo. Le había dado sueño, así que decidió usar uno de los saquitos que le había sacado a Virginia. Cuando lo terminó de tomar llenó el jacuzzi de la habitación con agua caliente y espuma. Se metió. No hundió los brazos. Desde el teléfono resolvió el examen del curso online que estaba tomando sobre la crisis contemporánea del marxismo post-estructuralista.

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