miércoles, 11 de septiembre de 2019

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Hace un rato, en una reunión de trabajo donde discutíamos cómo explicarle a los adolescentes qué son los sesgos cognitivos, descubrí que existen dos experimentos que trabajan este tema y que, curiosamente describen a la perfección mi situación sentimental.
El primer experimento es muy simple. El científico tira una moneda para arriba. La moneda es común y corriente, no tiene ninguna particularidad. Supongamos que el 30 por ciento de las veces salió cara y el 70 restante, cruz. Antes de tirar la moneda por vez número 21, el científico va a preguntarte a vos de qué lado va a caer la próxima vez. Seguramente pienses que hay dos posibles respuestas correctas: que va a salir cara porque salió menos, entonces hay más chances de que salga ahora; o que va a salir cruz, porque se va a repetir la tendencia. Pero, las dos respuestas están mal: cada vez que se tira una moneda la posibilidad de que caiga de un lado o del otro es de 50 y 50. Es el azar el que decide. Esto se llama falacia del jugador y pone en evidencia un sesgo que nos hace creer que en la mayoría de los casos las cosas se suceden secuencialmente y eso no siempre es así. Muchas veces hacemos A, pero no siempre pasa B, incluso si antes siempre fue así. Las consecuencias de nuestras decisiones no siempre dan los mismos resultados. Aunque hagamos una y otra vez lo mismo, aunque siempre tiremos al techo la misma moneda, la racha puede cambiar.
El segundo experimento es más complejo. En un laboratorio un científico te invita a pasar y te muestra al mismo tiempo dos fotos de dos mujeres diferentes, una foto en cada mano. El científico te pregunta de cuál serías amigo y te pide que elijas una de las dos fotos. Vos señalas  con el dedo a la mujer de la izquierda, sin dudarlo. Realmente quieren ser amigo de ella. Después el científico te va a pasar la foto para que la vuelvas a ver, pero antes de entregarte la foto de la izquierda va a hacer un pase de prestidigitación (eso que hacen los magos para hacer "trucos" de magia) y va a mostrarte en su mano izquierda la foto de la derecha. Dicho así parece estúpido, pero cuando este experimento se hace en la mayoría de los casos las personas no se dan cuenta que su respuesta fue alterada y justifican lo que no eligieron. Pero ¿qué tiene que ver esto con las emociones? La relación es que este experimento evidencia algo que se llama ceguera a la elección, una conducta que genera que te inventes razones para elegir algo e inventes un cuentito para justificarte, incluso aquello que en verdad no elegiste (este experimento se hizo en 2015 en Argentina aplicado a las elecciones presidenciales y fue genial, está disponible acá). El problema es que crees que todas las decisiones que tomás son conscientes y propias, pero muchas veces responden a ideas previas que tenemos en nuestra cabeza pero que no podemos identificarlas y por eso tenemos confianza ciega sobre muchas cosas de las que en verdad deberíamos desconfiar.

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