lunes, 23 de septiembre de 2019

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Un ejercicio:

"Extraño a mi ahijado", pensó Estela mientras se cebaba un mate. Estaba sentada en la puerta de su casa, en una reposera. Intentó levantarse para calentar agua, pero le dolía la costilla. Usaba como bastón un fierro que era de su marido. Ella creía que la protegía de las malas energías o de posibles macumbas que quisieran hacerle. Para aumentar su seguridad hizo un círculo de arena alrededor de la cama, con velas y otros objetos: estampitas, cruces, rosarios y un vagón de tren de juguete de su ahijado. Tomaba todas estas precauciones porque le tenía desprecio a Rosa, una gitana que vivía en la cuadra siguiente a la suya: Estela estaba convencida que ella le había matado a su gata margarita para hacer algún trabajo. Por eso, la denunció con la policía, quería que termine presa, que se pudra en un calabozo. Abajo del corpiño, Estela llevaba una máscara de cerámica muy chiquita que su hijo le trajo de Brasil bendecida por un pai umbanda. Ella no hablaba mucho con su hijo porque es matemático y para Estela él hablaba complicado, dice cosas como: pi, hipotenusa, ecuación.

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